viernes, 16 de febrero de 2018
LA MANDRAGORA
"J.K. Rowling era extremadamente buena en botánica, y una de las plantas que incluyó en Harry Potter fue la mandrágora", le dice a la BBC Sandy Knapp, directora de la División de Plantas del Museo de Historia Natural en Londres.
Puerta de la Cámara Secreta de Harry PotterDerechos de autor de la imagenGETTY
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La puerta de la cámara secreta de la segunda película de Harry Potter, en la que los chicos siguen instrucciones centenarias al enfrentarse con la mandrágora.
En "Harry Potter y la cámara secreta", la profesora Sprout le muestra a Harry y a sus compañeros de clase cómo cambiarle la maceta a mandrágoras pequeñas, y les dice que usen orejeras.
"El llanto de la mandrágora es fatal para quien lo escuche", explica Hermione, alardeando de sus conocimientos.
Pero las plantas con las que los chicos están aprendiendo "son apenas de semillero", indica la profesora, por lo que "su llanto no mata aún... aunque pueden dejarte inconsciente por varias horas".
Los pupilos se tapan sus oídos y Harry saca una mandrágora de su maceta. "En vez de raíces, lo que salió fue un bebé extremadamente feo, embarrado y pequeño".
"Tenía la piel de un color verde pálido jaspeado y estaba claramente chillando con toda la fuerza que le daban sus pulmones".
Esa escena está inspirada en un mito del Medioevo, cuando se creía que cuando se sacaba de la tierra, la raíz de la mandrágora emitía un llanto agudo que enloquecía y mataba a la gente.La planta también aparece en Romeo y Julieta de William Shakespeare:
"¡Ay! ¡Ay! ¿Cómo es posible que al despertarme de improviso no enloquezca ante tan espeluznantes horrores y emanaciones tan pestilentes, y entre unos chillidos semejantes a los de la mandrágora al ser arrancada de la tierra, que hacen perder el juicio a los mortales que los escuchan?".
A los herboristas que querían usar la legendaria planta les aconsejaban taparse sus oídos, amarrar la planta a un perro y poner carne lejos de él, para que cuando éste corriera a comérsela, halara y sacara a la gritona raíz. El perro moriría pero el herborista no, y podía así aprovechar el sacrificio del que debería haber sido su mejor amigo.
Esa práctica fue registrada por el herborista español musulmán Ibn al-Baitar en el siglo XIII. Afortunadamente él cuenta que cuando siguió las instrucciones, al perro no le pasó nada.
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Un blog muy bonito ,me encanta
ResponderEliminarSaludos